Bien aquí está mi historia.
Todo empezó hará más de dos años. Yo antes era una chica normal, que le gustaban las cosas normales, salir con sus amigas, ir a clase, comer... me sentía bien, estaba a gusto conmigo misma.
Desde muy pequeña, había sufrido comentarios acerca de mi cuerpo, y eso que era una niña normal tirando a delgada. Pero iba a ballet, y allí todas tienen que ser como esqueletos. Total, mi profesora, harta de que no tuviese el cuerpo de una bailarina, me hacía meter tripa, me insultaba, étc. Y claro, pues yo me sentía muy mal.
Con el paso de los años, las cosas no cambiaron mucho. En el colegio, yo era la típica niña normal, de pelo normal y cara normal, con la mejor amiga más guapa de todo el colegio: rubia, ojos verdes, súper delgadita... Y a mi me tocaron los insultos del tipo: marimacho, vacaburra, gorda... Y me sentía peor aún. Me fastidia, porque veo fotos de entonces, y digo, joder, pero si era una chica delgada!
Cuando pasé al instituto, seguía con mi cuerpo normal, pero no es que fuese especialmente guapa. Llevaba el flequillo largo, crestita y era como una especie de gótica-emo-yoquesé. A eso súmale ser nueva en un instituto lleno de adolescentes: vaciladas.
Cuando pasé a segundo, me corte el pelo y empecé a cambiar un poco mi forma de vestir y de hacerme ver ante los demás, y las cosas mejoraron.
Al llegar a tercero, tenía una personalidad totalmente distinta a la de primero: ya no era tímida, no me dejaba insultar, era feliz... Pero ese año deje ballet, ya que mi profesora seguía haciéndome la vida imposible, con lo que empezaron los comentarios en broma de "culo gordo", "mira a ver si vuelves a hacer ejercicio", "te estás ensanchando"... y no hice ni caso, yo era feliz, y ya me sentía mejor conmigo misma respecto a mi aspecto "facial".
Ese año repetí, porque la verdad no hice nada pero creo que esto ha sido una de las mejores cosas que me han pasado. Bueno, ese año, los comentarios fueron a más, y al final dejé de mirarme al espejo como una persona normal, como una persona feliz. Cada vez que me miraba veía una persona fea, gorda, amargada. Al finalizar ese año decidí que las cosas cambiarían.
Ese mismo verano, al ir a pasar a 4º de la E.S.O, comencé a hacer ejercicio, sobre todo bicicleta, y a dejar de comer muchas cosas que antes me encantaban.
Cuando empezó el curso, una semana antes de mi cumpleaños, decidí zanjarlo del todo. Dejaría de comer. Y así fue.
Empecé poco a poco, quitándome de bollos y dulces, carne, pastas, cambiando mi almuerzo en el colegio por una manzana, o un sandwich de pan bimbo todo de lechuga con algo de queso, y comencé a ir al gimnasio una vez a la semana.
Y, sin darme cuenta, me quité de todas las carnes, de las meriendas y almuerzos, del picoteo, de todo lo que antes me gustaba, de pizzas, hamburguesas, patatas, galletas, bollos, filetes, sopas, pastas, TODO. Incluso llegué a pensar que por comerme media manzana iba a morirme.
Empezó mi infierno.
No podía desayunar más que un zumo, no podía almorzar ni un bocado de nada, no podía comer casi nada, no podía merendar mas que té, y cenar, gracias a dios si cenaba. Cada vez que le daba un bocado de más a algo, mi cabeza estallaba, me entraba la ansiendad, empezaban los cortes, empezaba el infierno.
También me ha tocado sufrir muchos atracones, sonriendo para mis adentros pensando que después lo echaría todo fuera. Era mi mundo. Era el mayor de los infiernos, pero era feliz en él.
Así pasaron los meses, y al llegar a primavera, pesaba 47kg. Me llevaron al médico.
Me detectaron tiroides y mi médico de cabecera me envió al especialista. Este no se creyó nada de que era una persona sana, me peso, me midió, me tomó la tensión, y me dijo que como para Septiembre de ese mismo año no pesase 55kg al menos, me ingresarían. Casi me muero.
Llegó el verano y la fiesta, y para cuando terminé el curso pesaba casi 45kg. Me ingresaron en el hospital.
Estuve menos de una semana yendo todos los días a desayunar y comer, y a hacer terapias. De esto no sabe nada nadie, ni siquiera mis amigas.
Cuando salí, empecé a trabajar y después me fui de vacaciones con mi madre a Mallorca, donde pasé una de las mejores semanas de mi vida. Cuando volví a casa creí que iba a pesar muchísimo, porque no podía escaquearme de ninguna comida y eran todas gigantes. 49kg. Volví a bajar a 47. Unos días después me fui un mes a Brighton, a vivir a casa de una familia.
Ese fue el momento en el que "me recuperé". Creo que era lo que necesitaba. Estar sola, sin nadie que te vigilase si comías o no, con gente que no te conocía, sin un novio obsesionado con su cuerpo que no hacía más que enviarte más y más hacia el interior del infierno, diciéndote que no comieses.
Comía y no me sentía culpable, me gustaba, estaba feliz.
Cuando volví fue distinto, 53kg. Depresión, ansiedad, insomnio, pastillas... volví a bajar.
Y ahí todo cambió. Empecé el curso con mis amigos, me sentía inmensa. Hacía cualquier cosa por bajar pero ya no tenía la fuerza de voluntad que antes, y la ansiedad aumentaba.
Conocí a un chico, un chico al que creí que le gustaba de verdad, no como a mi "novio". Y él me gustaba muchísimo. Empezamos a salir, no se como, porque para nada me lo esperaba. Y con él sigo todavía. Gracias a mis amigos y a él conseguí ir en Septiembre al médico y pesar lo que debía y más.
Me convertí en una persona feliz otra vez, me daba todo igual, pero me sentía como una mierda conmigo misma. Dejé el gimnasio, dejé de lado todo lo que había sido "mi religión". Fui feliz.
Mi ansiedad aumentaba y seguía tomando pastillas, pero estaba bien.
Llegó el verano, y estaba como una foca. Vergüenza otra vez conmigo misma. Empieza el curso, y me apunto a un gimnasio con él, dónde ya llevamos yendo un mes, con un seguimiento ajustado a lo que necesitamos. Y soy feliz.
La ansiedad sigue ahí, sigo cayendo en el infierno algunas veces, y tengo recaídas en pensamientos... Pero me digo, tiempo al tiempo, no vas a conseguirlo en un mes. Y eso es lo que me hace no caer en la depresión corporal. Sigo yendo al especialista, cada tres meses o así, para que me vigilen.
Supongo que nunca nadie se leerá esto, aparte de por el tochazo que es, porque a nadie le importará mi vida tanto como para preguntarme (cuando digo esto, pienso en cierta gente, que siempre ha sabido mi problema y nunca ha querido ayudarme, ni preguntarme).
Solo quería dejar constancia por escrito, del mayor infierno que he sufrido nunca y que espero no volver a sufrir. Sigo viéndome horrible a mi misma, y supongo que seguiré a si... pero por lo menos espero no volver a esa pesadilla: probar un bocado y tener que echarlo fuera, llorar por ver que no puedes hacer cosas que querrías, etc.
Y también, quería dejar constancia de la única persona que se ha preocupado por mi durante todo este tiempo, puede que en uno de los peores momentos de mi "enfermedad". Y por eso llevo un año con él. Porque es lo único que necesito y al único que quiero. Es el único que me ha demostrado todo.